Saturday, October 27, 2007

El tiempo pasa nos vamos haciendo sabios

Hoy en día todo lo viejo es desechable, por los años 40 reparábamos todo lo descompuesto y después de usarlo a concho.

En nuestros días, a la basura y con suerte a reciclarse.

Pareciera que en este tiempo de la inmediatez no podemos perder tiempo en servicios técnicos, conversaciones sobre garantía o en chácharas inútiles, es mas rentable (costo/beneficio) botarlo e invertir en un juguete nuevo.

Antes jugábamos a la pelota hasta que le quedaran unos míseros cascos de color indefinido ahora incluso es posible arrendar una, de cualquier tamaño, peso, composición y color, seguro que en el futuro también con olor.

Por eso me viene en gana revalorizar lo viejo, quiero salvar el Planeta o lo que de él queda y por ello les voy a contar un cuento titulado ¿....?, mejor pónganle ustedes el título que mejor les parezca, así podré saber la forma en que lo han recepcionado, lo cuento para ti con el cariño de un padre y la dulzura de una madre.

Cuando hayan terminado de leer, inserten un mensaje con el nombre que hayan escogido, lo aprecio mucho y habré así justificado el esfuerzo. Son 9 capítulos que iré entregando paulatinamente, sin prisa, lo que al final de la lectura podréis comprender.

CAPITULO I

Eran los tiempos de la Gran Depresión, la bolsa había caído el llamado "lunes negro" un fatídico 19 de octubre de 1987, donde mucha, pero mucha gente lo perdió todo.

Daroma, una pequeña judía que deambulaba por la ciudad de regreso a casa, con sus 8 años no entendía la situación, solo le extrañaba la prisa que llevaba la gente y esa mirada perdida, vacía que encontraba en sus caras.

Al llegar a casa su madre que habitualmente la besaba y se daba el tiempo de escuchar lo que había aprendido en el colegio le dijo escuetamente "Pequeña Dari, mi tesoro debes ser fuerte y aceptar la voluntad de Adonai, papucho ya no está con nosotros y prorrumpió en lágrimas, lo que hizo asustar mas a la niña que no comprendía nada.

Daroma vistió el luto al igual que su madre por muchos años, le parecía natural y estaba de acuerdo en vestir el luto, para no olvidar a su progenitor.

Cada día y mas fuerte cada noche revivía la tragedia del suicidio de su padre, cada una de las palabras de su madre retumbaban en su cabeza, las palabras, ruina, bancarrota las asociaba con la muerte física.

Cada sheikel que en golosinas o en alguna baratija gastaba era como si una gota de sangre le sacasen aumentando su palidez.

Consideraba un despilfarro de dinero que bien pudieron haber servido a su padre, a lo mejor, si no fuera tan botarate, repetía constantemente quizá papucho estaría hoy aún con nosotros.

Lo que más la impactó, sin embargo, fueron los días posteriores al lunes, primero el entierro, tanta gente, tanta lágrima, tanta palabra nueva que escuchaba "no somos nada", "quién puede oponerse a los designios del creador", "todo pasa", "debemos ser fuertes", " a él no le gustaría vernos tristes" y tantas otras que podría repetir de memoria, incluso en los matices con que fueron emitidas", posteriormente, la marcaron lo largo de los días y el silencio de la casa.

Pero lo peor fue ese olor tan profundo y amargo de las flores que muertas yacieron en los jarrones franceses que hasta el presente lleva adherido a su piel. Hasta hoy, cada vez que se ducha lo hace con la esperanza de desprenderse de él, pero invariablemente permanece, permanece.